jueves, 20 de junio de 2013

¿Fiesta o celebración?

Desde hace ya algún tiempo,se incluye al colectivo de Semana Santa de nuestra ciudad dentro del de fiestas en general, de las que nuestra ciudad es pródiga.
Siempre me he cuestionado la idoneidad de esta palabra,"fiesta" ,para definir lo que la Semana Santa representa y en estos días en que Alicante estalla en su fiesta grande, he vuelto a pensar en esta reflexión.
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, definimos fiesta como diversión o regocijo, dispuesto para que el pueblo se recree o como reunión de personas para celebrar un acontecimiento o divertirse, que suele acompañarse de comida y bebida y a menudo de música y baile.
Por otra parte,la definición de celebración corresponde a la acción de celebrar, es decir, conmemorar,festejar una fecha,un acontecimiento, reverenciar,venerar solemnemente con culto público los misterios de la religión y memoria de sus santos.
Así pues, y si nos atenemos únicamente a su mero significado, ya podemos encontrar diferencias importantes entre ambas palabras que nos pueden llevar a sacar algun>as conclusiones.

En primer lugar, una celebración no siempre es una fiesta, ya que tiene un contenido mucho menos popular y más profundo y precisamente por ello creo que se ajusta mejor a lo que la Semana Santa representa. En segundo lugar,siendo la Pascua la fiesta principal y más antigua de los cristianos (León I la llama fiesta mayor, "festum festorum" ) , ya que conmemora la Resurrección del cordero inmolado, Jesucristo, esto lleva a dotar a la Semana Santa, camino hacia la celebración de la Pascua, de un fuerte matiz religioso que las fiestas en sí no conllevan, asícomo de factores culturales y tradicionales que hacen que tenga un sentido propio.
Entonces, no sería más adecuado utilizar celebración en lugar de fiesta? Beatriz Gandulla

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo con tú reflexión, aunque con una pequeña matización que atañe a nuestra ciudad. Los más pequeños sí que viven la Semana Santa como una fiesta, esperando ansiosos a la par que temerosos el paso de los nazarenos, figuras imponentes con sus altos capirotes que de repente alargan una mano enguantada y depositan en sus manitas un caramelo, disipando, al menos hasta el año que viene sus infantiles miedos.

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